Llevo tu pelo revuelto sobre mi pecho abierto,
veo tus alas haciendo surcos en el aire,
delineo tu geografía salvaje en mi mente,
y trato de mantener la calma.
Me extiendes tu mano cálida y franca,
no me permites divagar más de lo acordado,
albergas mi pecho con la serenidad del tuyo,
y las heridas, las sanas con tus lágrimas.
El brillo de tu corona ilumina mis ojos,
envuelve nuestra figura en aromas y colores;
celebrando a las serpeantes danzas que acompasan
la rara elegía de nuestro universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario