miércoles, 23 de abril de 2008

Epílogo (segunda parte)

Una flor arrancada de tallo.
Pero no cualquier flor, sino mí flor.
Esa era ella, la dueña de mis pensamientos.

No me cansaba de ver su pecho, mientras oía su voz.
Nunca me cansé de ver el brillo de mis ojos, en los suyos.

Era mi flor - y sí que lo era.
Yo la había escogido en un campo de flores,
y aunque ella se creía liebre entre liebres,
para mi era la más bella.

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