miércoles, 9 de abril de 2008

Era ella

Era ella, de piel morena, siempre oliendo a helecho, alhelí y azahar; de mirada radiante y amable entrecejo. Así era ella. Así, al menos, la recuerdan mis labios y mi cuerpo.

Nunca me cansé de verla sonreír. Nunca me cansé de ver las ondas de su cabello moreno. Siempre ella: tan valiente, severa y generosa. Así era ella. Así, al menos, la recuerda mi pecho y mi alma.

Antes del alba; durante el estío; en los diluvios de enero; allí estaba ella, para ver mi incierto paso y reír conmigo. Y durante mis noches agónicas de alegría, era ella, quien de verbo menguaba mi desconsuelo.

Fuimos maraña de sarmiento y madreselva; y nos volvimos ascua en la hoguera de nuestros cuerpos. Mis labios volvieron tantas veces a su pecho; como mis sedientos ojos, a su mirada.
Era ella: giralda de mis días y dríada de mis noches.

Muchas veces mis labios intentaron decirle que la amaba, pero solo musitaron torpeza. Y Malva, perfecta como era, solo reía y yo con ella.

1 comentario:

Anónimo dijo...

agil, sencilla y romantica, buena de verdad, me gustó.