martes, 1 de abril de 2008

Pícaro

¡Hey! ¡Pequeño bribón! ¡amante de esbirros! ¡bellaco de domingo!
No creerás que caeré en tus sucios engaños.
Sabes que mi ojo no pierde a tu mano.
¿Habéis venido a buscar a Juan Diego, el iletrado?
Salió por la huerta de Punta Rosada, cantando y silbando. No se le ha visto más.

¿Quieres jugar el pellejo? Hoy habrá tarde de azar.
¡Apuesto dos monedas a que no sales bien librado de la faena!
¿Qué dices granuja de burdeles?
Te esperaré en lo de Amado, hoy pagaré por tu destino.
No demores, que es mejor perder la vida de día, que se la lleva Dios y no el diablo.

¡Hey, Nark! ¡Sí vendrá el zafio retador!
¡Preparen la mesa y ordenen los cubiletes!
Juro por la madre que me parió que de esta mesa solo saldrá vivo uno de los dos.
¡Miren! Ahí viene el embustero trocador.
Antes que piense este premio es mío, se llevará un palmo de acero.

El pequeño tunante - de raras facciones y rara piel - lanzó los dados al aire. Los dados dieron bote sobre la mesa y mostraron cinco hermosas picas.
Lendar se rascó la cabeza algo inseguro, no había marcha atrás. Tomó el cubilete lo sacudió con fuerza y lanzó los dados hacia el rostro del rapaz, mientras intentaba dar con su daga en el cuello del timador.
Nark, quien aún estaba en la barra conversando con el Gordo Amado, solo alcanzó a ver como el birlador salía silbando por la puerta de El Venado Negro.
Lendar se quedó sentado derramando vísceras sobre la mesa. Perdió las monedas y la daga.


Nota del autor.
Tomado de El Viaje de Braudo.

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