miércoles, 13 de agosto de 2008

Pinceladas

Descalzo sobre la hierba que adorna la campiña
envuelto en sueños de madreselvas y jazmines
miraba el cielo azul que aquella tarde parecía más azul que nunca.
Sentada frente a mi, bajo un arbusto silvestre, estaba ella.

Nada era comparable en belleza a ese momento
ni los paisajes del durmiente de Figueres,
ni el inocente trazo de los Señores de Altamira
eran trazos, luces y pinceladas precisas.

Ella era la diosa en la tierra.
Tenía la mirada dulce de una niña,
la deliciosa cadencia de reina.
Severa. Inocente. Bella.

Vestida en traje de hojas de árnica y cardencha;
adornada de pétalos de amapola, su corona
Posó sus dedos en mis labios y no pude articular palabra.
Quedé atrapado en su mirada. Me llevó con ella.

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