martes, 11 de noviembre de 2008

Lima

Lima. Desnuda, presente, dispuesta.
Como tantas otras veces.
Con el sol acariciando su frágil piel y
sombreando, de a pocos, sus calles;
con la inagotable pasión del artista certero,
que con pinceladas lastimeras,
arranca profundos matices a tu evolutivo lienzo.

Lima. La tantas veces entristecida Lima.
No es la plaza o la calle lo que de ti adoro,
sino esa forma de regalarme tu inmensa soledad;
de permitirme trascender en la trama de tus carnes
con mi efímera y estúpida historia individual;
de ser sangre y agua de tu costado
y de negarte, tres veces o más.

Amanece Lima.
Con un adormilado cóndor sobrevolando tus linderos,
oteando curioso por la rendija de alguna ventana,
mintiéndose a sí mismo sobre su fabulosa importancia.
Con una obcecada masa que va y viene
sin darse cuenta que la vida es un hálito.
Amanece ya. Lima. Vuelve a despertar.

2 comentarios:

Álvaro de Vega dijo...

Sera quiza una casta, que como el condor del poema de Alvaro ("Lima"), anda "mintiéndose a sí misma sobre su fabulosa importancia".

Feroz el poema

Iturburu

Martin dijo...

Muchos poemas escritos que revelan tu necesidad de ese espacio vital. Mas alla de que "Arsam" o "El Viaje de Braudo" vean o no la luz me parece chevere que estes escribiendo, y que no dejes de hacerlo, ahi esta el primer paso, veremos los demas que vienen.